Desde niña te vi como un sol enorme y radiante que cubría mi vida de protección y ternura, su mirada significaba amor puro y auténtico. Siempre lo adoré, siempre pensaba en usted, siempre esperaba desesperada su magnífica llegada por la mañana...
Quise vivir tantas cosas con usted, la vida no quiso que yo creciera a su lado, el destino decidió que nos viéramos cuatro o cinco veces al año. Cada visita representaba sentirme envuelta en auténtico amor y amparo. El universo divino quiso por suerte, que fueras mi adorado padre, el ser que me dio la vida, el ser con el cual me reí profusamente, y del que heredé gracias al cielo, tanta intuición, no podía ser de otro modo porque su chispa era como ninguna.

Nunca saliste de tú tierra natal, y puede que no le hiciera falta, nunca viajó por el mundo, ni poseíste fortunas materiales, porque su propia fortuna era usted mismo y su sapiencia natural. El mundo le dotó de sabiduría y entendimiento, gracias a sus andanzas por la vida.
Hace dos años que no nos vemos, que no nos hablamos, que no escucho su voz y que no me bendice aquí en la tierra, porque usted se marchó a otro plano, dejándome cargada de maletas de recuerdos, de instantes de lágrimas y nostalgia pura y dolorosa. Su marcha a ese lugar mejor del universo, dejó en mí, valles de lágrimas cargadas de impotencia y de frustración.
Muchas palabras de amor se quedaron aparcadas a medio camino entre usted y yo, abrazos que quedaron congelados porque las circunstancias siempre me jugaron malas pasadas y se impusieron con carácter nefasto, a mis deseos más auténticos y arraigados.

La vida y el cielo me conocen, saben de mi sufrimiento, de mis pensamientos y voluntad, de mis intenciones legítimas, pero la suerte no quiso darme la oportunidad de jugar a mi favor, y juntarnos.
Lo quiero y lo querré por siempre, hasta el día que Dios quiera que nos reunamos nuevamente por allá donde usted se encuentre, porque sé que nosotros como padre e hija venimos andando de muy lejos. Siento el aliciente de que siempre le demostré todo mi apoyo, amor, cariño y afectos genuinos que usted como padre se merecía por mi parte. Siento alivio que nunca lo juzgué porque simplemente yo no era quien y porque en la vida hay jerarquías, y usted era nada menos que mi padre, no podía ser de otra manera.
Extraño tanto su voz adorado paíto, extraño sus recetas de medicina natural, que eran tan efectivas y dadas con tanto amor y credulidad. Extraño sus chistes y críticas, su nobleza y don de gente. ¡¡¡Que grande era!!!
Siempre le daré gracias a la vida por habérmelo concedido como padre, que me escogiera a mí como hija suya. Atesoraré cada recuerdo, cada vivencia, risas y enseñanzas como el mejor regalo proporcionado por la vida.
Reconozco mi frustración, porque como seres humanos debemos aceptar las decisiones de la vida y de Dios, pero su partida me dolerá por siempre, dejó un hueco profundo en mi alma y porque siempre habrá días en los que crea que aún le puedo llamar para escuchar su bendición.

Te adoro y adoraré paíto de mi alma, te extrañaré por siempre y más allá de la vida, porque hay figuras en la existencia que uno siempre cree que serán eternas y que siempre estarán allí, pero un buen día el destino te sacude y te hace aterrizar y obliga a aceptar lo que no quieres. Cuesta aceptar la partida de un ser amado, cuesta entender que no lo tendrás nunca más aquí a nuestro lado para abrazarle y escucharle.
Hoy a dos años de su partida, quería honrarle con estas sencillas palabras de amor cargadas de pureza.
Siempre en mis plegarias y corazón adorado paíto.
