Aquel músico casado y con cinco hijos a su cargo, de reconocido talento en su ciudad, deambulaba sin parar persiguiendo la verdad, en busca de una respuesta lógica sobre el por qué vino a este mundo con aquel talento que le brotaba del alma con extrema desenvoltura, naturalidad y habilidad. Este don al mismo tiempo lo tenía sumido en un estado de autodestrucción y calamidad. Su vida era un auténtico desastre porque no sabía cómo encausarla y gozar del equilibrio económico que él y su familia merecían.
Los músicos desde la historia más antigua, han sido seres de carencia económica, muchas veces dada por su afición a las fiestas y la vida ligera y otras porque su talento no ha tenido la gran suerte de darse a conocer y con ello generar ingresos y vivir acomodadamente.
Alexandre Rock, era un músico nacido para la música. Desde muy temprana edad sintió el llamado de ese arte que endulza el alma de cualquiera. Naturalmente él identificaba las notas musicales, armonías y acordes sin que un conservatorio de música le hubiera enseñado.
Como pudo, tomó datos y ciertas clases callejeras por aquí y por allá desde muy temprana edad, para encontrarle sentido a muchas interrogantes, y así darle forma a lo que en un futuro muy cercano serían sus primeras canciones.
Tocar
un instrumento es como respirar para Alexandre, la extensión de sus
manos, su espíritu y voz. Cualquier canción que improvisadamente le
pidieran, la tocaba como si hace meses la hubiera aprendido. Era incuestionable su intuición aguda para la música.Pero la vida de Alexandre Rock, paradójicamente y en contrasentido a su talento era difícil. Las cosas no le fluían como debía, no encontraba trabajo en aquella ciudad extraña, donde por eventualidades exentas a su voluntad, estaba atrapado y sin salida. La música no le ayudaba a llevar el pan a su casa, era la realidad.
Aquella ciudad parecía que para él tenía obstruidas las salidas con enormes montañas de no, tapiada con pesadas tablas de frustración, era una ciudad cargada de negatividad, que tiraba a Alexandre hacia atrás, lo retenía para que su gran ingenio no fluyera y no se diera a conocer para que él pudiese de ese modo, salir a la superficie del éxito y la estabilidad, y salvar a su familia de la precariedad.
Esa lamentable situación tenía sumido a Alexandre Rock en un espiral de depresión y daño infligido
así mismo, bebía mucho, y en esos momentos de embriaguez cometía
errores y se metía en líos, sus “amigos” de farra, le brindaban alcohol
en lugar de ayudarle a conseguir un trabajo con entrada de dinero fija.
Parecía que con cada copa ingerida el lodo de la mala suerte lo hundía
aún más en un espeso fango de destrucción. La vida no podía ser tan
cruel. No se entiende que el universo te regala un don con el cual no puedas subsistir y te permita estar a plenitud.Pero pese a todo, Alexandre nunca vilipendiaba ni maldecía la música y las habilidades que Dios le regaló para ejecutarla.
Un buen día, tocando en un pequeño bar que mal pagaba a sus músicos, se obsesionó con la idea de ganarse la lotería,
quería conseguir unos 17 millones. Para poder vivir tranquilo el resto
de su vida junto a sus 5 hijos y esposa. Era evidente que la música no
se lo daría, pero puede que la buena fortuna si.
Se mentalizó, jugó y gano!!! Si, ganó la lotería! era un sueño conseguido, alcanzado gracias a su fuerte intuición, parecía mentira, pero era real. Alexandre era ahora un hombre nuevo, un músico millonario y relajado, sus días de depresión se esfumaron por un encantamiento divino, la vida había sido doblemente noble con él, le obsequió el don de la música y el privilegio de ser un ganador de la lotería.
Qué más podía pedir, ahora le tocaba para el resto de su vida ser un agradecido y componer infinitas canciones al universo con su guitarra azul, retribuirle a su Dios la bondad que le regaló a él y su familia en momentos de adversidad y ceguera. Es obvio que Alexandre Rock y su familia pudieron escapar de aquella ciudad tan nefasta y gris, gracias a una avioneta que alquiló, porque como dije antes, las salidas estaban obstruidas, pero el cielo no.

