Ya viene diciembre, ya viene la navidad, vienen tantas cosas “bonitas” porque ya sabemos que diciembre significa gastos, kilos, cenas de empresa, juguetes, un poco de vanidad, falsas apariencias y regalos. Reencuentros familiares, sentimientos de amor desbordados que muchas veces se lleva enero, al igual que nuestro dinero.
Es
irónico está contraparte de diciembre-enero, gastos-deudas,
alegrías-tristezas, reconciliación-enemistad. Parece que en diciembre
todo fuera ficticio, el ambiente festivo nos lleva a sentir emociones
pasajeras, que no es malo lo sé, pero lo idóneo sería dilatar esas
positivas sensaciones y estados de bienestar que nos aporta estas fechas decembrinas.De niña amé la navidad, era mi mes favorito del año, claro era normal, se traducía en regalos, ropa nueva, comida divina, jugar con los primos, viajar y música entrañable. Hoy en día quiero a la navidad, pero reconozco que soy alérgica a la hipocresía que se monta la gente de “los amo a todos” y ”hay que gastar para ser feliz”.
Resulta que cuando diciembre se esfuma, las caras largas se vuelven protagónicas de los días, los reclamos aparecen como por arte de magia y los rencores del pasado afloran como si se tratase de algo relevante para existir. Y luego te preguntas: ¿Y qué pasó con diciembre y las risas, el buen estar, el amor…? La amnesia se apodera de cada uno como si nada…
En diciembre los amigos del Facebook te adoran, te envían mensajitos de paz y amor, fotitos con mensajes hermosos, luego pasadas las fechas ni se acuerdan de ti! Es muy crudo, pero es así, la magia de lo que es la navidad en si, de lo que significa ella, no la llevamos a cabo, para mejorar nuestra vida, para renovar nuestro entorno y el espíritu.

En Diciembre comemos a rabiar, nuestros intestinos sufren de tanto engullir lo que venga, porque es diciembre, es el mejor pretexto. Porque lo irónico es que cuando diciembre se avecina, hacemos dieta para que la ropa del 24 y fin de año, se acople a nuestro cuerpo cual modelo de pasarela, y resulta que luego nos hemos aumentado tanto de peso, que en la cuesta de enero nos restringimos la comida, bien sea porque no hay dinero para comprarla, o porque hay que adelgazar.
En las fiestas decembrinas nos comemos la cabeza para lucirnos con el mejor regalo del mundo para quedar bien con el jefe, la amiga, los niños y pare de contar, luego el mal humor aunado al arrepentimiento nos domina, cuando las cuentas bancarías están en números rojos… Es así. Hay que aprender a no desquiciarnos por gastar, porque luego lo pagamos caro, con muchos intereses.
Una
cosa que es muy guay en las navidades, es adornar la casa para que se
sienta más ese ambiente de fiesta y para que el vecino flipe, no podemos
evitarlo. (Yo no soy así) pero si conozco de muchos que sufren de este
mal.Desde que soy madre, la navidades son para mis hijos, y me desvivo para que el momento de los regalos sea único, y que además aprendan bien el significado espiritual de la navidad y no el sentido material que implica estas fechas, e inculcarles las verdaderas tradiciones, que casi quedan en el olvido con esto del mercadeo y el voraz materialismo, comparto con ellos el adornar con luces y brillos, porque la época así lo requiere.

En estas fechas, es bueno reconciliarse con la vida, no olvidar que hay miles de niños y personas sin hogar, sin regalos y sin un plato caliente en sus mesas, si las tienen claro! No deberíamos ser frívolos y negar en nuestras mentes esas realidades que nos circunda, y que parece mentira que con los millones de dinero que se manejan en este mundo, y tantas industrias alimenticias, aún exista gente que las pasa canutas en este vasto universo y más en estas fechas tan especiales y sensibles.
