
La verdad es que luego que pasan las fiestas navideñas, queda una sensación momentánea de vacío, es algo así como lo resultante después de un torbellino, las emociones se disipan con el fin de año y la llegada inevitable de enero. Y a pesar de que aún nos quedan la cena de los Reyes Magos, ya miramos la navidad como agua pasada. Y me temo que cuando observamos la cuenta de banco nos sorprendemos, y nos preguntamos si valió tanto la pena el derroche y la algarabía.
Enero llega, llega el trabajo, puede que la rutina, llegan las dietas, quitar los adornos, pensar en la realidad y en el mañana; tenemos que despertar bruscamente luego de tantos trasnochos fiesteros.

Enero nos coloca los pies nuevamente en la tierra, para continuar nuestro camino; lejos quedan ya las celebraciones y los trasnochos, las largas charlas con la familia que no vemos en el resto del año, y los abrazos aderezados por el alcohol...
Diciembre y sus fiestas nos deja sus recuerdos y agasajos, y claramente nos acompaña una sensación del que el festín pasó muy pronto y que queremos más días así, llenos de fantasía, luces, calor de familia y mucho color. Lógicamente hay que esperar más de trecientos días para estar nuevamente en ese estado de dicha navideña.

Lo importante que nos queda, es mantener durante el año, el contacto con todos aquellos seres con los que renovamos amistad y dialogo en diciembre. Porque esa es la verdadera esencia de la navidad. Reunir a la familia alrededor de una mesa y disfrutar con ella una buena cena, risas, abrazos y una distendida charla, refrescar nuestro amor por ellos, y renovarnos nosotros mismos, dando valor a aquellas cosas vitales, que cada día del año y sin darnos cuenta vamos echando a un lado.
¡Ánimo y feliz enero!