
Días como hoy en los que la ansiedad domina porque anhelo que lleguen ya las cosas que deseo, que se cumplan de ipso facto
los sueños, días en los que escribo nerviosa antes de que las ideas
escapen de mi mente, en los que tengo infinidad de cosas por hacer y no
encuentro el camino por dónde empezar, días extraños, que a pesar de
estar cargados de luz, agobia el exceso de claridad.
Días que parecen eternos e interminables, días en que la actividad anhela la inactividad, y no por vagancia, sino por monstruosa. Síndrome de la vacación eterna, el descanso que no llega. Reconozco que el cansancio se apodera de mí, como un virus abrazador y castigador. Que las responsabilidades pesan hoy como una inmensa tonelada de tareas sin terminar.
Es difícil el día de hoy, es imposible terminar la semana, es agobiante caminar, verano con sol ardiente que derrite las fuerzas y cada paso andado.
Si no tengo fuerzas para continuar el día, dónde las recargo o compro una cuota mayor de energía?, no existe lugar en el mundo donde pueda hacerlo, el día se hace eterno y apenas son las diez a:m.
Las noticias, las mismas, el aire estancado, el silencio abruma, y el perro ladra, la comida no está preparada y la nevera repleta por suerte. Allí afuera permanece el ruido, la polución, los coches, las máquinas excavadoras y las eternas horas.
Sé que debo respirar armoniosamente y soportar porque sin duda el día en algún momento terminará, y la cama me esperará cálida y blanda.
Espero que días así no se vuelvan a repetir, el problema está en mi lo sé, necesito descansar y vacacionar nada más, solo ruego al universo eso, días de descanso sin horas, a mi aire…
Días como hoy, extenuantes, que no dicen nada, que aportan desespero al alma, días como otros, pero que el ánimo amplifica la sensación turbadora. El desasosiego está latente e imperturbable disfruta de mí, no lo dice, pero se hace notar. Sé que pasará, terminará y con la luz de la luna apaciguará todo este dilema del día de hoy.
Días que parecen eternos e interminables, días en que la actividad anhela la inactividad, y no por vagancia, sino por monstruosa. Síndrome de la vacación eterna, el descanso que no llega. Reconozco que el cansancio se apodera de mí, como un virus abrazador y castigador. Que las responsabilidades pesan hoy como una inmensa tonelada de tareas sin terminar.
Es difícil el día de hoy, es imposible terminar la semana, es agobiante caminar, verano con sol ardiente que derrite las fuerzas y cada paso andado.
Si no tengo fuerzas para continuar el día, dónde las recargo o compro una cuota mayor de energía?, no existe lugar en el mundo donde pueda hacerlo, el día se hace eterno y apenas son las diez a:m.
Las noticias, las mismas, el aire estancado, el silencio abruma, y el perro ladra, la comida no está preparada y la nevera repleta por suerte. Allí afuera permanece el ruido, la polución, los coches, las máquinas excavadoras y las eternas horas.
Sé que debo respirar armoniosamente y soportar porque sin duda el día en algún momento terminará, y la cama me esperará cálida y blanda.
Espero que días así no se vuelvan a repetir, el problema está en mi lo sé, necesito descansar y vacacionar nada más, solo ruego al universo eso, días de descanso sin horas, a mi aire…
Días como hoy, extenuantes, que no dicen nada, que aportan desespero al alma, días como otros, pero que el ánimo amplifica la sensación turbadora. El desasosiego está latente e imperturbable disfruta de mí, no lo dice, pero se hace notar. Sé que pasará, terminará y con la luz de la luna apaciguará todo este dilema del día de hoy.
