Cuesta seguir los proyectos no empezados, cuando están allí latentes y efervescentes,
porque las ganas son nulas. Se sufre obviamente al no efectuarlos, por
las razones que sean, duele dejarlos en el abandono del “no puedo”. No
hay retorno cuando no se hace, es cierto; los días se crearon para hacer
y crecer, ese es el fin de la existencia, animar el espíritu, con los
mimos del éxito que nos aporta el lograr.
Los días pasan, las
semanas los meses y los años… Y esos maravillosos proyectos siguen allí
aparcados, llenando de telas de araña la autoestima
y el alma. ¿Qué hacer? ¿Qué decisiones tomar? ¿Cómo arrancar de una vez
a HACER? A no seguir perdiendo el tiempo, a no esperar que la juventud
pase y el ánimo merme para siempre y nos sumerjamos sin oxigeno a un mar infinito de amarguras y arrepentimientos.¿La culpa? Mía, de uno… ¡de nadie más! Siempre buscaremos endosar culpas y males, ¿por qué? ¿Por qué somos cómodos y malos con nosotros mismos? El futuro siempre es a partir de hoy mismo, del minuto siguiente… Es de crueles culpar cuando nuestra alma nos grita y con razón que la culpa es de uno mismo y de más nadie. Compramos a diario el fracaso cuando nos dormimos y perdemos las horas en estado de abandono. Es deprimente lo sé, pero así hemos estado muchos. Porque paradójicamente el ser humano, en muchos momentos cae en depresiones que anulan nuestros sueños e invalidan los estímulos para crecer.
Siempre nos quedará el minuto siguiente para tomar la decisión de mejorar nuestra vida y movernos a buscar esos sueños escondidos en nuestro ser, y el siguiente minuto para sonreír y darnos las gracias por no morir en el intento.