Un tema recurrente en la vida de una persona amante de la
comida, son los kilos y las dietas. Una,
es la antítesis de la felicidad de la otra… Vivimos entre dos mares y dos
amores, un antagonismo perenne. La comida como satisfacción del paladar y del
alma, y por otro lado la dieta como
medida de castigo por los excesos cometidos, pauta de emergencia y modo de aceptación social y personal.
Hay muchas personas que se entregan en absoluto a vivir del
placer de la comida y sus sabores por entero, sin hacer caso a lo negativo que
el exceso del placer culinario trae consigo de manera maliciosa y diabólica,
porque la comida divina es eso, te arrastra por senderos de placeres momentáneos, deleites que quedan grabados en
la mente y el paladar, con el mero propósito de repetir repetir sin parar, volcando
en ella, puede que frustraciones, estados de nervios, alegrías, tristezas,
euforias… Por eso llamo al goce de la
comida descontrolado, “placer diabólico” porque te arrastra, envuelve y ancla
en un estilo de vida nada saludable.
La comida puede ser un verdugo que te esclaviza, te anula a tal punto de llevarte el
autoestima a cero, convirtiéndote en el enemigo público del peso idóneo para tú
cuerpo y de ti mismo; y salir de ese círculo
vicioso, puede que sea tarea imposible, sino contamos con una fuerza interna
descomunal.
Cuando comemos nos
dejamos llevar sin pensar, porque los buenos sabores tienen eso, controlan tu voluntad, te hacen “flaco
de temple” y dominan tú amor propio. Como decía anteriormente, puede que exista
gente que le de igual estar gordo; pero está claro que hay un número importante
de la población que vive en una lucha enconada, entre comerse un buen helado
con mucha nata y sentirse pletórico porque le entró la talla 42.
Me incluyo en esa población que divaga en esa dualidad de
disfrutar de un montón de calorías dañinas que dominan mi cerebro y humanidad,
o poder disfrutar de lograr ataviarme con un vestido talla 42 y gozar de
excelente salud. Así que no nos engañemos, preferimos estar delgados.
La vida resulta cruel, porque somos muchas veces seres humanos
que no nos conformamos con lo poco o lo
justo a la hora en que tenemos delante
de nuestros ojos, delicias y más
delicias; porque la comida tiene el poder de embrujarnos y hacernos olvidar que
existe algo muy importante para existir y disfrutar que es la salud; y obviamente los excesos alimenticios nunca fueron
buenos. La clave está en primero aprender
que comer sano es lo mejor, que los vegetales tienen la ventaja de poderse
preparar de manera sabrosa, sencilla y que nos haga disfrutar, luego entender
que mayormente engordamos porque no comemos precisamente sano, lo que nos
engorda excesivamente es siempre lo híper calórico( galletas con chocolate,
helados con nata, chorizos, manteca en caldos, pizzas, hamburguesas, etc…) la
cuestión es aceptar, que de estas cosas perjudiciales, solo pocas veces al mes comerlas
y ya!
Sucede también que podríamos vivir, comiendo de todo, con la
salvedad de que lo pesemos, es decir, pesar las porciones de comida, comeremos las calorías justas que necesitamos
diariamente, para tener energía, estar saludables y existir. ¿Pero qué sucede? Que
si está muy bueno queremos más! y la mayoría de los gorditos, no poseemos el control necesario para decir ya,
y quedar satisfechos.
Cuando el tema de las comidas y las dietas forzadas pasan a un plano de fustigarnos el espíritu,
de sentirnos presos y ahogados, algo no va bien, de manera que llega la hora de reflexionar y tomar las riendas de lo que nos hace bien y lo que
no; tenemos que escudriñar en el fondo
de nuestro ser, y ser sinceros con lo que realmente queremos, buscando la solución para
ser feliz con lo que somos, porque en definitiva todos los excesos son MALOS!
Luego está el tema del amor
propio, la sociedad que nos rodea, que en definitiva, no deberíamos darle
tanta importancia a las opiniones, pero, paradójicamente y lastimosamente, las
cosas van mucho mejor cuando gozas de buena forma física, y tienes buena
apariencia. Y al final somos como ganados, nos dejamos llevar por lo que marque
la sociedad. Pero lo más importante en definitiva es la salud, no hay más;
queremos vivir muchos años, agradar a nuestra pareja y gustarnos a nosotros mismos, para que todo en nuestra vida fluya… Para
que lo bueno venga a nosotros y nos persiga siempre.
La resiliencia para sostener día tras día una dieta se ve
inutilizada, cuando el menú se torna
aburrido, soso, insustancial y pensamos en las comidas que nos fascina como
algo lejano que pareciera que nunca más vamos a probar, es muy fuerte, quizá
hay que verlo como un saludable desafío que pasará pronto y que nos cambiará el
“chip” de auto flagelarnos con la comida calórica. Yo recomiendo sacar del armario aquella pieza de ropa que tenemos tiempo
sin usar porque nos aprieta, y utilizarla como un motor que nos impulse a
culminar la dieta, también sacar
un poster de nosotros mismos hace tiempo, cuando estábamos en el peso
justo.
Las miles de dietas
para bajar kilos, a las personas como yo que nos encanta el dulce, las
hamburguesas y las pizzas, serán siempre nuestros compañeros de cabecera,
nuestro comodín eterno, porque subimos y bajamos kilos constantemente como una
noria, entendemos que existe la buena
alimentación pero obviamente preferimos unos buenos trozos de pizza, churros con
chocolate, etc. Nuestro lema debería ser “disfruta con poco y no sufrirás” porque el bajón espiritual que da cuando nos
subimos a la balanza y vemos sumados 5 kilos, es tremendo, y en mi caso me da
el efecto contrario, comer más para pasar la rabia y la frustración, es absurdo lo sé; porque ese debería ser el
momento de tomar la decisión definitiva
de desechar los malos hábitos y aprender a comer y amarnos y no ser mas esclavos de las dietas infinitas de las
revistas y de la comida basura!
Recomiendo por amplia experiencia propia, no desesperarse y
querer bajar prontamente muchos kilos, porque cruelmente, puede ocurrir que
recuperemos el doble de lo que hemos perdido, podemos tomar un día completo o
dos medios días a la semana, y disfrutar de nuestra comida preferida (esa que
nos ha engordado) y vivir con el cerebro “lavado”, entendiendo y aceptando, que la comida sana nos mantendrá esbeltos,
sanos y jóvenes, es así, no queda de otra; de ese modo no caeremos en las nefastas garras
de la comida sabrosa y dañina y todo lo que ese mundo acarrea; porque la comida
no lo es todo, los excesos fuera para
siempre con temple y convencimiento. Busquemos y suplamos la comida por
algo que realmente nos alimente el alma. Cursos de fotografía, pintura, etc. De
ese modo estaremos a salvo de nosotros mismos y nuestras debilidades.
En conclusión, la comida y las dietas no pueden ser nuestro leitmotiv,
nuestro comodín de la felicidad es aceptarnos y apartar de nuestra vida todo lo
que signifique exceso. El cambio, la
actitud y el autocontrol nos regalará el saber estar y la dicha.

