Es un hecho que enero es un mes aburrido porque dejamos atrás todo lo que representa la navidad. Guardamos el árbol, los adornos, la familia regresa a sus hogares, hacemos promesas, comenzamos dietas, recordamos, pensamos lo mucho que falta para el próximo diciembre, volvemos al trabajo, a clases y todo vuelve a la realidad, porque la vida se compone de eso, de nuevos ciclos anualmente.
Es cruel pero es así. Claro hay que contar con todas aquellas personas que sentirán un alivio infinito al ver que la navidad pasó. Pero supongo que serán minoría.
Es cierto que la navidad es un burdo mercadeo, y que realmente el espíritu de la navidad como tal no se experimenta como la iglesia católica lo contempla, es decir, época de reflexión y recogimiento espiritual. Pero en muchos casos, en las navidades perdonamos y en muchos momentos sentimos que amamos profundamente a todos en este inmenso universo.
Luego cuando enero llega, el espíritu se esfuma, y curiosamente sentimos la cruda realidad que nos circunda y muchas veces seguimos siendo los mismos como si la navidad no hubiese pasado por nuestras vidas.
En todo caso lo ideal sería mantener y cumplir toda aquella promesa y reconciliación establecida en el mes de diciembre, en medio de villancicos, turrones y vinos, y que ese espíritu de la navidad nos perdure todo el año, para así lograr ser mejor hermano, hijo, padre, etc. Y cumplir con nosotros mismos, toda aquella promesa jurada en medio de las fiestas, aunque nos parezca imposible y sea importante para lograr el equilibrio interno.
Y cabe destacar que cada fin de año desear salud infinita para nuestros familiares, amigos y para nosotros mismos debe ser pedido al cielo, con el máximo fervor, porque al final de cuentas, es lo que nos permitirá festejar nuevamente la navidad y fin de año y saborear una vez más el primer mes del nuevo ciclo que nos espera.
Felíz 2015 para todos!